NARRATIVA
Primer Premio: Stephanie Ruth Tiemersma
ÁNGELA
Tic, tac, tic, tac. Marca el reloj. Tic, tac, tic, tac. ¿Cuándo
me va a tocar a mí, reloj? Tic, tac, tic, tac. Prométeme que ahora. Tic, tac.
No respondes. Tic, tac. ¿Y quién eres tú? Tic, tac. ¿Acaso existes cuando la
vida se acaba? Tic, tac. ¿O cuando la gente muere pierdes el poder sobre ella?
Tic, tac. ¿Existirá el tiempo sobrevenida la muerte? Tic, tac. No creo. Tic,
tac. Cuanta envidia…
Soy Ángela Galena
Lenaga. Son las 6 y 30 de la mañana, y quiero suicidarme. Son las 6 y 31, no sé
por qué no lo hice antes. Pero después de ver tantas muertes a lo largo de mi
vida, creo que envidio un poco a la gente “perecedera”, si se les puede llamar
así a los pobres muertos. Son las 6 y 35. Empezando por mi madre; ella murió al
tenerme y mi padre se suicidó al poco tiempo. Ni siquiera le importé. De ahí
que fui a un reformatorio donde la Srta. Gómez me enseñó a leer y escribir. No
sé a qué se debió pero nunca tuve amigos en el reformatorio, tampoco se reían
de mí, pero no se acercaban. Son las 6 y 37. Quizás había algo malo en mí. Pero
ésta señorita se acercó y me lo enseñó todo. Cuando cumplí dieciocho me fui de
allí, al poco tiempo uno de los alumnos un año menor la acuchilló. Son las 6 y
38. Empecé a trabajar en un negocio de comida rápida, estuve cinco años allí,
pero un día hubo una fuga de gas, muy poco perceptible, a uno de mis compañeros
se le incendio la olla en la que cocinaba y ¿adivinen qué? Todos murieron
quemados, el edificio se incendió. Única sobreviviente: yo. Son las 6 y 40. Así que decidí matarme ¿Dónde
están las malditas llaves? ¡Oh aquí! Bien. Siguen siendo las 6 y 40 ¡Qué frío hace en la calle! Siete y
media pasa el subte. Indoloro y rápido subte. Son diez cuadras las que tengo
que caminar. Y todo está muy oscuro ¡Maldito invierno!
-
Preciosa andá para el callejón ese y la
pasamos bien ¿Entendiste?- Me sorprendió un maleante. Habló rápido mientras
sacaba disimuladamente una pistola, la cual enseguida y, a pesar de mi abrigo,
sentí apoyada con violencia en el vientre. No sería raro que éste hombre tan
bruto pudiera dispararme y de paso ahorrarme el trabajo, aunque cuando salí de
mi casa esa no era la idea que tenía de cómo iba a morir.
-
-Tengo HIV- Le contesté tranquila.
-
-¿Qué?- exclamó algo contrariado el hombre,
pero aún violento.
-
Tengo HIV- repetí
-
Entonces me la vas a chupar- dijo sonriendo y
bajando el arma hasta mi entrepierna.
-
Bueno, bueno- exclamé- pero si te mueres
porque resulta que también es contagioso por la saliva, no me culpes- dije
resignada. Ya me estaba por suicidar y quería hacerlo a las 7 y 30, así que
daba lo mismo hacérselo o no a ese imbécil. Pero yo iba a elegir como morir y
no iba a ser con una pistola y un simple tiro. Yo quería una destrucción, algo
genial. Es una idea un poco surrealista, lo sé. Pero es la forma en la que
quiero morir.
Ni
bien cruzamos la delgada línea que separaba la oscuridad de la calle de la del
callejón, el hombre me estampó con violencia contra la pared e hizo un patético
esfuerzo por desabrocharme el pantalón de un tirón, pero su inutilidad era muy
evidente o mi jean de muy buena marca. Terminé desabrochándomelo yo, bajando el
pantalón y la ropa interior. Estaba por acercar una pierna a él pero éste se alejó un poco. Bien, me
subí todo y acerqué mis manos a su
pantalón, capaz se tomó muy en serio lo del HIV que, por cierto, no era una
mentira. Le desabroché el primer botón dispuesta a hacer lo que habíamos
acordado luego de la noticia de mi enfermedad.
-
¡Sos un monstruo!- dijo después de dar un
salto hacia atrás-¡¿Qué puta te pasa?!- me gritó, pero antes de contestarle el
maleante ya estaba corriendo fuera del callejón ¡Como si hubiera sido yo quien
quería violarlo! Cada vez la gente es más inútil, un día van a querer robarme y
cuando les de la billetera, se van a largar a llorar como unas señoritas. Son
las siete en punto. ¿En qué estaba? Ah sí, en cómo sé que tengo HIV, en
realidad no lo sé pero la gente con la que mantuve relaciones sexuales
terminaba en el hospital y luego en el obituario del diario que leo todas las
tardes o, por lo menos, la gente que me decía cual era su nombre real siempre
terminaba allí. No me imagino que eso suceda por alguna otra razón que no sea
que tengo alguna enfermedad sexual lo cual no me extrañaría puesto que las
primeras relaciones sexuales las tuve con esos aprendices de delincuentes que
eran los del reformatorio, los que sí se me acercaban, claro. Quizás de ahí lo
tengo. Nunca fui a un hospital ¡Juro que lo intenté! Pero me da terror. Pánico.
Estoy por pasar y siento que se me cierra la garganta. No puedo ir allí. Quizás
inconscientemente tengo miedo de terminar muriéndome allí de una forma
detestablemente tranquila. Son las 7 y 5 ¡Bien! Aún queda tiempo para morir.
¡Mierda!
Alguien me chocó ¡Mierda! De nuevo. ¿Qué pasa que de repente hay tanta gente
caminando por las calles? Así nunca voy a llegar a destino. Miren toda esa
gente, saliendo al exterior y subiendo los últimos escalones de la estación de subte. Parecen un montón de
ratas saliendo por un mugroso agujero ¡Mierda! ¿Cuál es su problema que me
chocan tanto? ¿Por qué no se relajan? Nunca me sucede esto ¡Voy a empujar a
cualquiera que me evite el paso por las escaleras hacia el subte de ahora en
más! 7 y 15. Bien. No hay nadie raro que pretenda quitarme la idea de morir.
Seré la única que muera de ésta manera.
-Señorita,
tengo una enfermedad terminal, ayúdeme con unas monedas- me sobresaltó un
vagabundo, viejo y arrugado. Su nudosa y delgada mano se extendía hacia mí,
temblorosa. Me miró fijo a los ojos, sin miedo, suplicante. Por un instante
sentí que lo que me pedía no era dinero, sino paz. La sensación me agarró por
sorpresa y ni siquiera dudé en si aquel anciano estaba diciéndome la verdad.
Saqué de mala gana algo de dinero, pues paz no podría darle. Agarré el primer
billete que encontré y se lo di. Era un billete de cien ¡Qué más da! Estoy por
morir ¿o no? ¿De qué me serviría el único billete que tenía desde hace dos
semanas? Si lo que me decía era cierto, de algo serviría y si no, bueno, era un
excelente actor. Y, como todo buen actor, su destino era ganar dinero. Por un
instante vi una mariposa negra. Las detesto desde que nací, siempre aparece una
cuando alguien va a morir, me la tatué en la cintura ¿Qué? ¿Morboso? Tal vez,
pero es algo que marcó mi vida ¿de eso, acaso, no se tratan los tatuajes? ¿De
marcas, cicatrices o símbolos? En fin quizás esa mariposa que apareció ahora
sea por el anciano ese, o… quizás por mí… ¡7 y 30! Miré en el reloj y escuche
el quejido de las vías del subte. Era el gran momento. Empecé a caminar ansiosa
hasta las vías, un paso y otro, y otro y otro. Aún estaba lejos y empecé a
correr hacia las vías. De repente un empujón y ¡¡Crash!! Toda la sangre
manchando el vehículo, gritos. Ruido. Sentí el crack de los huesos y el olor a muerte.
Otra mariposa negra se encontraba con la anterior y juntas daban vueltas.
-Que
puto de mierda…-exclamé entre dientes. Apuesto a que se tiró porque no me pudo
violar. El mismo delincuente sexópata que me” atacó” acababa de estallar en mil
pedacitos frente a mis ojos.
-Así
que acaban de frustrar tus planes de suicidio ¿eh, Ángela?- resonó una voz
burlona detrás de mi espalda. No pude evitar sentir escalofríos al escuchar mi
nombre.
-Y
tú ¿cómo sabes eso?- me di vuelta de repente.
-Pues
porque soy el ayudante de la muerte- exclamó tranquilo.
-¿Ah
sí? No me digas. Que original- exclamé con sorna, lo que me faltaba. Saqué del
bolsillo de mi campera una petaca de whisky y me la llevé a los
labios-¿Quieres?- ofrecí.
-No,
gracias. No bebo- dijo.
-¡Salud
por eso!- hice un ademan de brindis y acabé lo poco que quedaba del whisky.
Siempre lo llevaba. Uno nunca sabe cuándo va a necesitar un trago. - Así que el
ayudante de la muerte ¿eh? Pensé que ibas a decirme un nombre o algo- empecé a
emprender el camino de vuelta, el hombre misterioso me siguió- Y dime si tu
eres el ayudante de la muerte…- lo miré con sospecha -¿quién es la muerte?-
-
La muerte- meditó -es individual y colectiva, lo es todo pero no tiene nada. Es
todo lo que puedo decirte de ella- calló.
-¿No
hay nombre ni apellido?-
-Nada
de eso-
-¿Y
qué hay de ti?-
-Tampoco-
-Bien
entonces te llamarás Johnny-
-¿Johnny?-
exclamó levantando una ceja.
-Johnny Walker, como el whisky. Ahora
dime, Johnny. De toda la gente que probablemente quería suicidarse hoy ¿por qué
mierda evitaste mi suicidio, eh? Si es que realmente eres el ayudante de la
muerte y no averiguaste mi nombre por internet- soné intimidante, mas Johnny
parecía tranquilo.
-Si
los planes de suicidio se publicaran en internet probablemente tendría sentido
tu acusación pero como no es así, tendrás que creerme.- se aclaró la voz- No
moriste, en realidad, porque de toda la gente que debía morir hoy tú eras la
única que tenía otra fecha de defunción. Si mueres cuando no debes, nos
ocasionas muchos problemas de papelerío allá arriba y, tú sabes, a Dios no le
gusta la burocracia-
-¿Para
eso existen los ayudantes de la muerte?-
-Exacto-
-¿Para
alargar sin ningún sentido el sufrimiento de los de aquí abajo?-
-Algo
así-
-¡Son
una mierda! En fin ¿cuándo me muero?-
-No
podría decirte, no cuento con esa información-
-Ya
veo. Y dime Johnny ¿tú te ves con la muerte?
-¿Cómo?-
-Ya
sabes charlas, golf, putas-
-Ah,
me veo, sí. Aunque no guardamos una relación de mucha amistad-
-Bien,
entonces ¿podrías hacerle una pregunta cuando la veas y luego me la respondes?
Visto que atrasaste un trámite bastante importante en mi vida me debes una-
-Hare
lo posible-
-Lo
posible no es suficiente. Es sí o no. Y si no me respondes si, intentaré
suicidarme todos los días de mi vida, tantas veces seguidas que no te dejaré
respirar, hablar ni pensar- Me acerqué
tanto a él que debería haber sentido su aliento, mas creo que no respiraba.
-Bien
¿cuál es tu pregunta?-
-¿Por
qué toda la gente que se acerca a mí termina muerta, es por mí? ¿Hay algo muy
malo dentro mío que haga que esas cosas horribles sucedan?- y al decirlo soné
asquerosamente desesperada, desdichada, vacilante.
-A
veces –apoyó una mano en mi hombro con tristeza- la muerte no regula cuantas
veces una persona puede ver morir a otras antes de volverse loca, cuando sin
darse cuenta hace que una persona, en este caso tu, presencie muchas muertes
seguidas a lo largo de su vida, le manda a uno de sus ayudantes para que le de
esperanza cada vez que esté a punto de hacer alguna locura y por eso estoy yo
aquí ahora, para decirte que tú no eres la responsable de nada. Las cosas
simplemente suceden, sigue tu vida como si nada. Y cuando intentes matarte
recuerda que yo estaré allí para evitarlo-
-¿Y
si no quiero que lo evites?- saqué algo molesta un pucho del paquete que tenía
en el bolsillo.
-De
todas formas lo haré- sonrió, yo lo miré con fastidio y acerqué el encendedor
al cigarrillo, luego volví la vista para ver a Johnny pero al igual que el humo
que escapó de mi boca en ese momento, así, se había desvanecido Johnny… tres
mariposas negras cubrieron mi vista como saludándome y luego la nada.
Estaba
tomando una cerveza que había comprado con monedas en un quiosco cercano al
maltrecho departamento donde vivía. Con la bebida en mano, me senté en el banco
de una plaza y comencé a leer el obituario ¡bingo! Las tres personas que me
habían chocado en la entrada del subte habían muerto; una de un ataque al
corazón, otra cruzando la calle y siendo atropellada y la otra chocó en el auto
y fue el único muerto, esas eran las
tres mariposas que había visto ayer luego de que se fuera Johnny. Di vuelta el
diario y me puse a leer los titulares, siempre leo el diario al revés. “Anciano
encontrado con cien pesos en mano, muerto de leucemia” ese título me espantó,
enderecé la columna y de repente, no sabría explicar la razón, estaba meditando
sobre lo sucedido ayer con Johnny, sabía que no era una alucinación de las
drogas porque estaba en abstinencia de modo de estar tan desesperada como para
no dar marcha atrás en mi suicidio. Sólo algo de aquella charla con Johnny me
había quedado grabado a fuego:” La muerte es individual y colectiva, lo es todo
pero no tiene nada.”
“Es
individual y colectiva” le toca a uno, pero le va a tocar a todos “Lo es todo”
porque es lo más importante para la gente, las personas hacen todo antes de
morir porque saben que la muerte lo abarca todo y a todos “pero no tiene nada”
porque al que se acerca…
-muere…-
susurré. Me levanté estrepitosamente del banco, naturalmente nadie me miró.
Corrí
las largas cuadras que me separaban de la intimidad de mi departamento, paso
tras paso. Agitada la respiración. Cuando al fin llegué y abrí la puerta en un
solo jadeo, vi el reloj de la entrada que me esperaba expectante y fúnebre como
siempre. En dos zancadas llegué a la cocina y tomé un cuchillo,
violentamente pasé el filo de éste por las venas de mi blanca y
lánguida muñeca. La sangre chorreaba, esperé y volví a hacer lo mismo.
-¡Si
no apareces muero desangrada Johnny! Y no querrás que yo muera porque-tome aire
antes de gritar a todo pulmón la última frase- ¡Yo soy la muerte! Ella está en
mí ¡Maldita sea!-
Se
escucharon unos calmos aplausos detrás de mí, me di la vuelta bruscamente y
allí estaba, imperturbable, la figura del ayudante de la muerte o más bien mi
ayudante.
-Sabía
que el hecho de que cada ser humano que se me cruzara muriera no era porque a la muerte se le dio por dar
un desliz ¡A la muerte no se le escapa nada!-ladré.
-Tranquilízate-
me dijo mi ayudante.
-¡¿Que
me tranquilice?! Dime ¡¿por qué diablos me elegiste a mí?!- continúe
gritándole.
-La
idea era que no te des cuenta y que no murieras tampoco, de lo contrario
tendríamos que elegir a otro que te reemplazara-
-Por
eso siempre sobrevivía ¿no es así? A todos los malditos accidentes y cuando ya
no pudiste controlar mis ansias de morir tuviste que aparecer-
-Muy
inteligente, por eso deben haberte elegido-
-¿No
fuiste tú?-
-No,
fue otro ser humano con tu misma suerte. Cuando ya es inevitable que muera y
tiene muchos años se le revela la verdad y se le da a elegir un sucesor-
-¿Y
quién fue el muy hijo de puta que me eligió a mí?-
-No
lo sé, tú cubres esta área, otros cubren otra, es un lio darse cuenta quién
designó a quien-
-¿Y
yo qué? ¿Nadie hasta ahora se dio cuenta de toda la verdad excepto yo?-
-Sí,
mucha gente que pasó por lo mismo que tú, pero verás; entre seguir matando a
seres humanos como ellos con el sufrimiento que ello implica y designarle el
mismo sufrimiento a otro ser humano se quedan por ética, hasta el peor de los
rufianes, con la primera opción. Sin embargo, no sé qué decidirás tú; seguir
con esto y sentirte terrible o sentirte aún peor por designar esta nefasta
tarea a otro ser humano a punto de nacer-
-¿Porque
no lo hacen ustedes?-
-Nos
aburre, hay que dejarle a los burros el trabajo sucio-
-Claro,
entonces ¿cuáles son mis opciones?-
-Eliges
a otro ser humano o te quedas con el trabajo. Suicidarte, como ya lo
comprobaste, no es opción-
-Y
¿a qué te refieres con “ser humano”?- pregunté inquisidora.
-Un
ente con cuerpo y alma-exclamó impertérrito.
-Y
dices que me eligieron a mí ¿no es así?-
-Exacto-
-Entonces
dime ¿por qué? Yo no tengo alma, soy la muerte, y tampoco tenía cuerpo cuando
me designaron esta tarea pues fue antes de nacer-
-Pero
ahora eres un ser humano-
-No,
no lo soy, si lo fuera los otros seres humanos me verían. Los únicos que pueden
verme son los que están por morir y ¿sabes por qué? Pues porque soy la muerte,
soy un espectro que los seres humanos no ven ¡Tu solo quieres confundirme!-
-
Digas lo que digas sabes que eso no tiene sentido. Intentas salvarte ¿por qué
no elijes a quién dejarle tu carga y ya?- exclamó él sin ningún problema.
-Te
daré un ejemplo- dije - tú eres el ayudante de la muerte y yo su ejecutora,
ninguno de los dos somos seres humanos y sin embargo hacemos el trabajo ¿por
qué? ¡Pues porque mientes! ¡Quieres que decida seguir con mi tarea para
supuestamente no sacrificar a otro ser humano, pero cuando muera, pues moriré
ya que tengo que creerme el hecho de que soy un ser vivo, elegirán a alguien
más a punto de nacer a quien, igual que a mí, le harán creer que es un ser
humano y que es pura casualidad el hecho de que toda la gente con la que se
encontró haya muerto! ¡Me hicieron creer
que era un ser humano para que cuando me ofrecieran opciones yo las negara,
fuera noble! Pero ahora que sé que soy un espectro y que puedo realizar éste
trabajo, por lógica, cualquier espectro podría hacerlo ¿no es cierto?-respiré
profundo antes de pronunciar lo ultimo-¡Y si, amigo, te elijo a ti para que
seas la muerte y te quedes con mi carga! ¡Basta de mariposas, basta de dolor ya
elegí y ahora me largo!-
Mi
ayudante estaba atónito, se había condenado él solo a la terrible y cansadora
tarea de matar seres humanos. No podía evitar una siniestra sonrisa hacia Johnny,
el hijo de puta, cuando un millón de mariposas blancas me rodearon entera, ya
no eran negras y tenebrosas sino blancas, puras e inocentes.
-¿Qué
sucede?-exclamé asustada.
-Lo
que no te dije es que una vez que hayas decidido a quien dejar tu legado, descansas
en paz- sonrió ya sin rencor Johnny.
-Ojalá
un día lo logres tú, espero que sigas usando el apodo con el que te
bauticé-exclamé intentando forzosamente hacer las paces.
-Dalo
por hecho, Angie, dalo por hecho- me di vuelta para encarar hacia la puerta y
la oscura forma de Johnny me vio desvanecer antes de llegar a ella.
A
veces vuelvo del cielo en forma de mariposa blanca, ya no para anunciar una
muerte, sino para prevenirla, siempre una cuadra antes de donde incluso tú
podrías encontrarte algún día con un tal Johnny Walker, la muerte…
Segundo Premio: Sebastián Alejandro Palomo
Narrativa
Hijo
i drácula
Todavía domingo por la noche,
hora del lavado de pata. El agua espera calentándose en el tanque. En la radio
el comentarista analiza el final de la fecha futbolera. Algodón inventa una
mentira a su persona para postergar el enjuague unos minutos hasta mañana por la noche. Sacude el mazacote
de sábanas y se acuesta jeta arriba bajo la cama.
Por enésima vez el relator
descose y esparce los resultados. En medio de las cosas, para matar el tiempo,
mira cebado un problema de ajedrez, una abrumadora artimaña no vaya uno a saber
de quien.
En voz baja sube a la cama y
pone la hora de la bulla (11:45 del “San Día”). En aquello su ojo delator
divisa un par de alas alborotadas sobre la frente tajada de su retrato. Se saca
la media y la chancleta respectivamente de su derecha y se pone la pata de
tronco en la izquierda. Observa desde lo bajo la parte trasera del frontispicio
del insecto. En voz medio muerta se dice:
-Un solo chancletazo suculento bastara para destriparlo y comenzar con
la muerte del muy feliz-
Mejor aun toma una zapatilla más pesada para surtirlo con menor
imprecisión, pero hay problemas, ésta no
es lisa en la planta, es abotinada y puede hacerlo sufrir en demasía.
- No importa se asemeja al aedes aegypti y es él o yo se dice Algodón,
mientras pasa su mirada fofa por la orilla de su nariz que le pica.
Simultáneamente una lastima y un
estornudo ancho lo invade. Ya no lo quiere matar.
- ¿ y si lo dejo escapar y es un malandrín? se pregunta poco antes de
rascarse el pupo.
Esperen!. Un escopetazo a lo narrado. Un mosquito aquí ……….. interrumpe lo escrito. Se queda inmóvil,
parece un piquete. Y ahora, ¿como sigo? borrones y restos del lápiz
provocan voluntaria e involuntariamente
un soplido de escorias, de historias y mosquito.
Prosigo.
Con embargo, le da una
oportunidad, se va al baño, apaga el aparato y vuelve falazmente. El otario
insecto sigue inmóvil en la pared. Cansado toma su pata filibustero con su mano
y en el momento del golpe inicial se le cruza una mejor solución. Dejar la
desgracia del bicho en la suerte de otro bicho. Agarra del cogote a Ramona y la
pone frente al zancudo, pero su inmovilidad engaña al felino. Una patada febril
la saca de escena.
En negro y con ideas, va en
busca de Roberto. En el segundo intento atrapa al animal y también un golpe de
madera, carne y puteada. Aserrín, sangre y transpiración se abrochan. Un
machetazo al tobillo y una apretada que hace gritar al felino, el cual se pone
menos estúpido de lo anormal. Se decide y tira con asco a Roberto frente al
zancudo, el cual vuela zigzagueando mucho menos abajo, fuera del alcance de sus
posibles asesinos.
El relator canta el himno y se despide:
- Pararan paran paran paran pararan…
El sujeto sube a su cama y se tapa el cogote con un par de bufandas,
mientras el zancudo baja hacia arriba de la cama con buenas intenciones para su
probóscide. En eso ocho garras lo atrapan a bajo vuelo. Sucumbe el zancudo,
destrozos de alas, patas y demás comueses. Partes moviéndose en las sabanas del
felino (las sábanas).
-Para ese caso lo mataba yo y
sufría menos- se la menta Algodón.
El gato sigue mordiendo, mordiendo. El descuajeringado muriendo y
mordiendo. Y el sujeto queda suelto.
Que importa cual, el gato se retira una vez que deglute. Algodón trata
de seguir con sus cosas (el problema de ajedrez y el baño). El dedo anular le
retumba y lo llama callado. Se sienta pensando en voz alta:
- ¿habrá sido el hijo y drácula?.
“El
7D”
Todavía no
se si se sabe con exactitud, cuantas veces Algodón viajó en el tremebundo “7D”.
Pero eso si, se necesita mucha oficiosidad para su tomada (como leen el pero
esta de más).
Se lo
encuentra muy ineficazmente, ya que sus recorridos varían de gusto, acuerdo y
comodidad de los viajantes y/o transeúntes perezosos que arrebatan las paradas
a picazos, machetazos y demás nobles herramientas necesarias para su extracción.
Con el
tiempo muchas paradas se fueron perdiendo debido a derrumbes y atropellos de
chóferes, baños públicos y fogatas de vagabundos, travesaños para la cancha de
fútbol, etcétera.
Una vez o
varias veces el chango Algodón del Barrio……. , amaba enajenablemente a una
señorita del Barrio….… que tomaba el “3B” y tuvo la idea para viajar con ella,
robar
Todas las paradas mas cercanas a su casa y
emigrarlas hasta su esquina. Lo que sucedió fue estrambótico, no solo se mudaron
las paradas de los colectivos, sino también las viejas paradas en las esquinas
y demás viajantes del “3B”, lo que provocó numerosos encontronazos, puñetazos,
engaños amorosos, vendedores de curitas y profilácticos, etcétera.
Esto
explica el excesivo número de moteles alrededor del recorrido “7D” o “3B” (vaya
uno a saber cual de los dos) y la próxima construcción de una salita.
Primera Mención: Leandro Arce
de Piero
Tempus locus
est
Florencia
no podría haber evitado (a menos que hubiese sabido) el desenlace fatal de la
historia. Cristian tenía menos poder aún, pero de él dependió, al fin y al
cabo, que Florencia no supiera nada. Esto lo entiendo ahora, después de haber
leído y releído mil veces cada carta escrita, los poemas, las conversaciones
guardadas en historiales mal borrados, las fotografías subidas a Facebook,
resúmenes de tarjetas de crédito y un arma encontrada en el lugar donde fueron
vistos por última vez Felipe y su colección de discos. La obsesión fue la mejor
aliada y la mejor enemiga, siempre acechante y anhelante de lágrimas y sangre.
¡Cristian!
Cristian, ¿me podés prestar atención un segundo? Me gustaría saber en qué estás
pensando. Trato de deducir todo de tus miradas, ahora tus ojos miran a través
de las ventanas abiertas como si hubiera algo que no sea el espantoso desierto
cementado. Quisiera que me digas qué es eso tan importante afuera que no te
deja prestarme atención, ¿no te das cuenta de que te estoy mirando?, ¿tan
invisible soy que no sentís mi mirada que te devora para tenerte dentro de mi
corazón para siempre? Nunca más voy a recuperar la esperanza que perdí el día
que te conocí, que supe que existías en el Mundo. Te amo, Cristian. Te amo
desde el primer día que comprendí, cuando entendí que tu mirada de dandi
superado y de macho despreocupado escondía un ser vulnerable esperando que
alguien lo acoja en sus brazos, ¿por qué no me dejás abrazarte, Cristian?
¿Acaso mis brazos no son suficientes para vos?
-
Sos insoportable vos. Como siempre tarde, ya me estaba yendo.
-
Amor, no seas así, ¡sabés bien que no es mi culpa!
-¡Claro!
¡Nunca es tu culpa! La verdad que yo soy el boludo que te espera una hora en el
restaurant ¡Siempre! ¿No podías hacer hoy al menos una excepción?
-¡La
verdad que sos un boludo! ¿Pensás acaso que lo hago a propósito?
-Flor,
¿cómo te hago entender que hoy, sólo hoy en nuestro día? Una vez al mes tenés
que ser puntual, te tenés que poner las pilas y llegar a la hora que quedamos,
una vez Florencia, ¡En el aniversario!
-Me
tenés harta con la pelotudez de la puntualidad, una mínima cosa te tenés que
bancar, yo te aguanto mil, ¿querés que saque la lista y comience a cantar?
Cuentan
los familiares que la relación no había comenzado tan bien como otras,
definitivamente no se trataba de uno de esos tan extraños casos de amor a
primera vista. Seguro que Cupido andaba ocupado en otros quehaceres en aquel
entonces, quizás eso explique la confusión inicial seguida por la confusión
central terminada por la incertidumbre del final. En los tiempos modernos,
donde la gente no se conoce precisamente en la vida, definitivamente no se
puede confiar en los dioses de la antigüedad, ahora uno se guía por otras
cosas, por el color de ojos, tal vez…
Sol
invernal dice (10:40 p.m.): me encanta el color de tus ojos, es buenísima la
foto en la q estás en Villa María mirando no sé qué
Fausto
dice (10:45 p.m.): che como supiste que es villa maría ¿?
Sol
invernal dice (10:47 p.m.): tengo una
casa allá, por eso. Era de mis viejos y ahora vamos de vacaciones todos
los veranos…
Fausto
dice (10:50 p.m.): Regio yo fui una vez con mi ex y nunca más volví por ahí
podemos ir juntos alguna vez
Fausto
dice (11:02 p.m.): estas?
Sol
invernal dice (11:07 p.m.): perdón, me colgué pensando
Fausto
dice (11:10 p.m.): y que decis nos hacemos una escavada para charlar y
conocernos mejor?
Fausto
(11:17 p. m.): perdón te incomodé no creas q soy de esos q andan siempre de
levante ni nada me pareciste buena onda nada mas y creo que nos llevaríamos bien
Fausto
(11:25 p.m.): estas sol invernal?
Sol
invernal dice (11:32 p.m.): decíme Florencia o Flor. Sí, podríamos huir de
Salta… me vendrían bien unas vacaciones…
Nunca
sabremos por qué Florencia se demoró tanto en contestar. Podría ser que estaba
hablando con muchas otras personas a la vez, o que se levantó varias veces a
mirar por la ventana o por un resquicio de la puerta, quizás se levantó para ir
al baño o para buscar algo en la cocina, tal vez alguien la llamó
interrumpiendo otras conversaciones. Podemos especular muchas cosas, pero en la
ciencia es mejor no especular y partir de pruebas concretase irrefutables. Esa
es la única garantía de verdad. Podemos decir con certeza que esa fue la
primera vez que hablaron, nunca podremos hacer más que inferencias arbitrarias
de la demora ¿o duda? De Flor. De eso no cabe ninguna duda, del tiempo objetivo
y contado por un cronómetro, el sentido es desconocido. No sabemos en dónde se
conocieron en cuerpo. Allí comenzó el camino que los iría uniendo y separando según
los antojos del destino. Allí es donde o cuando comenzó todo. Virgilio había
dicho en algún lugar “tempus locus est”. Florencia lo repitió varias veces
mientras hablaba de literatura latina y traducciones. Mientras escribo me
pregunto cuál es el sentido de la frase y por qué habrá sido tan importante
para ella, lo único que nos queda es la máxima.
Camino
entre las calles oscuras y descubro la cara oculta de tus ojos sin pasión.
Belleza muerta pintada en una buhardilla cualquiera después del coito silencioso
por paredes de papel. Despierto sin saber tu nombre, con la mirada salada y el
estómago revuelto. Más allá, en el horizonte, cantas otras ilusiones fáciles y
otros caminantes gritan antes de morir. Sos belleza muerta de otros sueños
circulares, nunca más del mío. No me importa, Cristian, nada. Lo único que
quiero es a vos, te deseo. Ya no tengo sexo si no es pensando en vos, mis manos
son mi única fuente de placer, vos estás en mis pensamientos en esos momentos.
Veo las fotos, cada una, una a una e imagino que estás conmigo, que me susurrás
palabras libidinosas, que me pedís más, más, más. Ay, Cristian, son los mejores
orgasmos de mi vida, deseo que tus manos sean las que recorran mi cuerpo, cada
una de mis curvas, cada una de mis protuberancias. Desde que penetrés con tu
hombría mi cuerpo para ya no ser nunca más quien fui. Quiero pertenecerte, ser
sólo de vos y de nadie más. No importa quien está conmigo ahora, no importa
quien estuvo, quiero estar con vos en todo el futuro que puede ser largo y
lleno de emociones y placeres. Repleto de orgasmos inacabables, uno tras otro,
sin pausa. Sentir mi cuerpo lleno de vos
es ahora mi mayor fuente de desesperación. Te sigo a toda hora, hago como que
hablamos, Cristian, yo soy quien más te conoce en el mundo y vos no te das
cuenta de que te estoy mirando, día y noche, cada minuto, cada hora. Yo y nadie
más sabe que te levantás y vas derecho al escritorio a escribir tus sueños,
sólo yo sé que guardás en ele tercer cajón tu diario, yo soy quien custodia tus
secretos más íntimos. Yo, Cristian, sólo yo. ¡Te amo!
-¿Qué
te pasa?
-Nada
-¿Cómo
que nada? Te estoy mirando la cara de orto
-Andá
a la mierda, cagaste todo cuando comenzaste quejándote de la hora
-Ya
fue eso, amor. ¿Pedimos?
-Mirá,
esto no está bien. Me arrepiento de haber venido, mejor me vuelvo a mi casa, si
querés te venís conmigo, sino me da igual.
-Flor,
¿en serio me hablás? ¡Sos muy boluda, sabés! Decime qué te pasa
La
relación no había comenzado con el pie derecho, dicen los familiares y amigos.
Cuenta que Florencia y Felipe habían aparecido juntos un día y nadie se había logrado explicar de
dónde había salido el otro. Florencia dijo que lo había conocido en un boliche,
pero nadie le creyó, ella no era del tipo de chicas que sale un viernes a la
noche y vuelve con un amigo conocido en una barra, era más bien de esas mujeres
intelectuales que se pasa el día en la biblioteca leyendo a Ovidio o Kafka.
Felipe cambió la historia y dijo que se habían conocido en un congreso, nadie
le creyó porque él no era el tipo de hombre que iba a congresos, más bien era
de esos autodidactas que no quieren aprender nada si no es de ellos mismos, que
deducen los grandes misterios de la vida armando y desarmando su alma sin
lograr deducirla nunca.
Fausto
dice (00:45 a.m.): flor no me gusta que me dejen hablando solo
Sol
invernal dice (00:53 a.m.): entonces no hablés
Fausto
dice (00:53 a.m.): estas mala onda hoy que te paso
Sol
invernal dice (00:45 a.m.): me pasaste vos, eso. No sé si quiero esto que
estamos teniendo ahora
Fausto
dice (1:00 a.m.): pero te gusta o no
Sol
invernal dice (00:45 a.m.): Si, me gusta, obvio. Pero no está bien…
Fausto
dice (1:00 a.m.): si te gusta esta bien es asi de simple flor
Sol
invernal dice (1:02): tengo miedo
Y
lo más irónico es que a quien tengo que agradecer esto es a Florencia. Sin ella
jamás te hubiera conocido, Cristian. Sin ella jamás hubiera descubierto
esto que tenía dormido dentro mío. La
primera vez que abrí y vi lo que hacían a mis espaldas enloquecí, lo admito.
Pensé en matarla, en matarte, en matarnos. Después me di cuenta que la muerte
no es un castigo justo, que con ella se acaba todo, sin demasiado sufrimiento,
sin culpa. No, la muerte no era suficiente para castigarnos, tenía que hacer
algo más. Decidí convertirme en el esposo perfecto, el amante comprensivo, el
escuchador. Todo para que ella no sospechara lo más mínimo, ni ella ni vos.
Desempeñé mi papel magníficamente, me sorprendo lo buen actor que conseguí ser.
Cualquiera podría haber jurado que no sabía nada, que estaba ciego.
Pero
yo siempre supe, Cristian. Siempre supe que Florencia no me amaba a mi, nunca
lo había hecho, lo nuestro era miedo a la soledad, nada más. Pero Flor nunca se
conformó, siempre siguió buscando y te terminó encontrando. Largas charlas
tuvieron y largos orgasmos. Conozco tu perfume porque lo sentí en mi propia
almohada. Conozco el sabor de tu semen porque también besé a Florencia. Conozco
la presión de tus manos porque vi las marcas. Te conozco, Cristian, tanto como
Flor podría haberte conocido. Te conozco más porque fui yo el que te siguió
cada día, el que tomó cada foto, el que leyó todo lo que ustedes se
escribieron, no Flor. ¿No te das cuenta de que soy yo el que verdaderamente te
ama? ¡Cristian! Cristian, ¿me podés prestar atención un segundo? Me gustaría
saber en qué estás pensando. ¿Por qué tenés la mirada perdida si estoy yo aquí
siempre, cada día, a cada hora, observándote, hablándote en secreto,
esperándote?
Ninguna
relación viene con manual, dice Cecilia. Tiene razón. Pero deberían. Y si es
difícil mantener una relación con uno, doblemente con dos y triple con tres y
así sucesivamente, Claro que en el mundo hay para todos los gustos y así como
están los que prefieren no tener que hacer equilibrio ni siquiera con una
relación, otros son equilibristas innatos y tienen amantes a espaldas de los
amantes. Claro que más divertidos son los segundos. Florencia lo entendió así y
decidió agregarle sabor a su vida, pero para eso tuvo que dejar atrás cualquier
atisbo de culpa. Otro superyó fue asesinado y enterrado en lo profundo de la
psiquis, cosa frecuente en nuestro siglo.
Florencia
no podría haber evitado (a menos que hubiese sabido) el desenlace fatal de la
historia, Por alguna razón no creía que fuera posible ser descubierta. Quizás
quería ser descubierta. Tal vez todo lo que había hecho tenía como única
finalidad la de ser descubierta. Las manchas de sangre en el parqué del cuarto
indican dónde comenzó la batalla. Tres puntitos del lado derecho de la cama.
Nada más. Cristián tenía menos poder aún (¿el poder se posee o se ejerce?),
pero de él dependió, al fin y al cabo todo.
Esto
lo entiendo ahora, después de haber leído y releído mil veces cada carta
escrita, los poemas, las conversaciones guardadas en historiales mal borrados,
las fotografías subidas a Facebook, resúmenes de tarjetas de crédito y un arma
encontrada en el lugar donde fueron vistos por última vez Felipe y su colección
de discos. No entiendo aún por qué Florencia dejó todas esas fotos de Cristian
semidesnudo en la PC de Felipe. Es otra prueba más de sus pulsiones secretas.
Son extrañas las cartas vehementes de deseo dejadas en el libro de Ovidio. La
obsesión fue la mejor aliada y la mejor enemiga, siempre acechante y anhelante
de lágrimas y sangre. Nunca sabremos qué
hizo Felipe con los cuerpos, porque tienen que estar en algún lado. Tampoco
sabremos por qué Felipe antes de pegarse un tiro se masturbó con una foto de
Cristian semidesnudo en su mano ¿algún tipo de perversa venganza? Ni los
muertos saben.
Segunda Mención: María Josefina
Martín
Cuentos de
una imaginación sin fin
El asesinato
Lo recuerdo como si hubiese sido
ayer. Aquel día en aquella cabaña donde solía jugar todos los domingos buscando
mi pelota, encontré un mapa y decidí lanzarme a la aventura. Como todo niño
tonto, con la ilusión de encontrar un
tesoro, me encamine en su busca. Al pasar media hora me di cuenta de que me
había perdido. Pero esa angustia de haberme perdido, paso cuando encontré lo que buscaba. ¡Que
susto queme di al abrir el cofre! Fotos… muchas fotos de asesinatos. Me asuste…
En ese preciso instante un hombre pasaba por allí. Se acercó, le conté lo
ocurrido, y le pedí ayuda.
Desde entonces no recuerdo mas nada. Estoy tranquilo
recostado en mi cama. Pero… lo que no termino de entender es, porque mis padres
lloran y porque mi cabeza esta en mi mano y no al terminar mi cuello, donde
solía estar.
FIN…
Mercurio y el escultor
(Leyenda)
Mercurio, el dios de las artes, tenía
curiosidad por saber hasta que punto lo admiraban los hombres. Tomó entonces la
forma de un mortal y se presento en el taller de un escultor.
- ¿Cuánto me costaría esta? – Preguntó
señalando una estatua de Zeus.
- Una dragma – Dijo el hombre.
- ¿Y ésta? – Y señalo una de Juno.
- Ah… esa vale más.
Luego descubrió una que lo representaba a el
mismo. Pensó enseguida que siendo, al mismo tiempo, mensajero de Zeus y, el
dios de las artes, su precio seria aun mayor. Preguntó y el escultor le
contestó:
- Ésa la daré de regalo a quien compre las
otras.
Mercurio,
enfadado miró al escultor y le dijo:
-No sabes en el problema en el que te has
metido.
-¿Quién es el que me lo dice? Respondió
enfadado el hombre.
Mercurio volvió a su forma. Y, el hombre en
un mar de lágrimas pidió mil disculpas. El orgulloso dios le dijo que, si en
tres días no llenaba la ciudad con estatuas
que lo representaran, mandaría a matarlo. El escultor, temeroso, no pudo
terminar las estatuas y murió de cansancio.
Al enterarse Zeus, dio tal castigo a su hijo
que lo convirtió en un planeta, que tuvo
su nombre. Y se caracteriza por ser desierto como el corazón de su dios.
FIN.
Árbol
guerrero
Mi nombre es María Bandam y
soy una joven Iraquí de catorce años de edad. No tuve una vida muy feliz, pero
aprendí a valorar lo poco que tuve y que
me rodeaba. Esta es mi historia.
Estábamos en guerra, la famosa guerra contra
Irak. Vivía junto a mis padres y mis dos pequeños hermanos escondidos en una
casa subterránea que mis vecinos habían construido años atrás, ellos ya no
estaban y mi padre pensaba que ya no volverían a buscar a nadie en ese lugar.
Mi vida transcurría con una gran preocupación y tristeza, a veces cuando podía
lograr dormir me despertaban los sonidos al uníoslo de las bombas que cada vez sonaban mas lejanas y mas
familiares.
En el húmedo rincón en el que me tocaba
dormir en un colchón de paja que mamá amorosamente confeccionó para mi, podían
verse raíces que sobresalían de una pared rota.
Comencé a cuidar de esas raíces para que de
ellas creciera un árbol y lo hice con mucho amor, me imaginaba día a día
saliendo de este horrible lugar regando y cuidando de mi amigo, entonces me
prometí que al salir de este bunquer cuidaría de el por siempre. Pronto convertí en estas raíces en mis
aliadas, confidentes y mis únicas amigas. Mientras mi madre limpiaba y cocía y
mis hermanos jugaban en silencio yo conversaba con mis amigas. Papa pensaba que
estaba loca que de tanto encierro hablaba con las paredes, pero el ni siquiera
se imaginaba lo q ese poco de vida significaba para mi.
Pudimos ser unos de los pocos sobrevivientes
de la guerra, y hoy estoy aquí para contar mi historia, con miedo de no ser
escuchada vine a esta humilde escuela para contarles a ustedes niños y
enseñarle valores y fuerza.
En fin, al salir de ese oscuro pozo los rayos
del sol me cegaban, me había acostumbrado a vivir en un lugar poco luminoso y
mis pupilas se habían adaptado a él, la fresca brisa hacia temblar mi cuerpo.
Pero hay una imagen que quedara grabada siempre en mi memoria, es la imagen de
mi querido amigo el árbol en cuyas ramas colgaban hojas de colores nítidos y
tristes, cada pequeña hoja representaban mis días en el agujero, cada dia de tristeza
y lagrimas, días de angustia y desesperación. Pero a lo alto en lo mas alto de
la copa del árbol brotaban unas cuantas hojas de un color verde intenso y un
gran brillo, estas hojitas representan al amor y a las esperanzas porque
mientras hay vida siempre hay esperanza. Es lo que nunca se debe perder y que
nada ni nadie podrán arrebatarles jamás.
Tercera
Mención: Nahir Yésica Liques
Recuerdos inmemorables
Con el
transcurso de aquellos años llenos de lucha y tras haber formado mi hogar y una
hermosa familia, decidí volver a aquel lugar que me vio crecer. Quería volver a
ver a mi madre, que a causa de sus caprichos jamás quiso marcharse de su pago
para vivir a mi lado. El solo hecho de separarla de sus tierras y terminar con
el pequeño ganado que cuidaba la deprimía mucho.
Regresar a
esos cerros seria un largo viaje a pie, pues era uno de los lugares más
insólitos de la Quebrada Humahuaqueña donde pocas personas llegaban.
Antes de partir Chaye a la Pacha (madre
tierra) con un poco de vino y un puñado de coca en una apacheta, pidiendo que
me protegiera durante todo el camino. La travesía duraría días así que me
despedí de mi esposa e hijos abrazándolos fuerte, diciendo “pronto volveré”,
luego me fui alejando de a poco caminando y diciendo adiós con la mano. Era un
poco difícil pensar que no los volvería a ver en los siguientes días, en ese
adiós di media vuelta y mire hacia adelante, volver a ver a mi madre me
alegraba y era el único objetivo que tenía que cumplir, hace años que ya no la
veía.
Caminaba
mirando todo a mí alrededor notando que nada había cambiado y claro, quién
podría mover las montañas y las piedras, ni los vientos, ni la lluvia lograron
modificar a aquellos cerros llenos de colores, la paz era tan inmensa que de
momentos quería quedarme a vivir y alejarme del estrés de la cuidad, pero sabía
que era una locura, mi vida se basaba en ella.
En esos
campos no se veía ni a una sola persona, nada, a lo lejos solamente notaba
vicuñas y senderos a punto de desaparecer, ya nadie andaba por ahí, la
migración se notaba cuando veía casas de adobes y corrales en ruinas.
A la mitad
de mi travesía sucedió lo inesperado, mientras andaba observando los
alrededores, no note en el camino esa enorme piedra laja con la que resbalé
bruscamente, dislocándome así mi tobillo. Inmediatamente caí entre piedras,
golpeándome todo el cuerpo provocándome moretones, pero tras la caída, el único
dolor inmenso que sentía era el de mi pie, jamás había sufrido tanto, no podía
ni levantarme ni caminar. Me encontraba como a 15 kilómetros del puesto de mi
viejita, ¿cómo hacer para llegar?
Lamentablemente sería imposible pues ni arrastrándome lo lograría.
A pesar
del lugar en el que me encontraba tenía la pequeña esperanza de que algún
pastor o caminante viniera de casualidad a mí
rescate. Durante la espera no me quede callado, grite y silbé durante
horas pidiendo ayuda con la ilusión de que alguien me escucharía, pero por más
que intentaba no lograba hacerle notar a nadie mi presencia, el silencio era
mayor.
Seguían
pasando las horas y nadie aparecía, quizás sería mi fin, quizás mi vida
terminaría ahí, muriendo de apoco de hambre y sed. El sol me pegaba tan fuerte
que comencé a perder el conocimiento, las fuerzas fueron abandonándome,
regresar vivo a casa sería imposible, nadie vendría a rescatarme, haberle dicho
a mi familia que pronto volvería fue un error, no podría cumplir mi palabra.
Como me hubiera gustado que mi madre se enterara que estaba ahí o que mi
celular tuviera señal, pero nada de eso pasaría solo me quedaba esperar a que
mi familia notara mi tardío regreso y tanto tiempo sin saber de mi viniera en
mi búsqueda, mientras tanto debía sobrevivir de algún modo.
Cuando
menos lo espere, mientras miraba el cielo, el dolor en mi tobillo empezó a
disminuir, ya no notaba el intenso calor del día. De a poco comencé a perderme
en los recuerdos de mi vida, se me vinieron a la mente tantos momentos vividos,
felices y tristes.
Recordé
aquellos días en que vivía con mi padre, tíos y mi hermano en esa casa dada por
mi abuelo, al pie de ese hogar solía haber grandes terrenos que papá trabajaba
con entusiasmo para ganar dinero y
prosperar.
Mamá no se
encontraba a nuestro lado, pues la existencia de discordias entre mis tías y
ella la obligaron a marcharse para no empeorar las cosas. Aun así siempre nos
enviaba lo poco que ganaba vendiendo sus corderos, además, cada fin de mes
volvía a vernos, dejándonos siempre uno o dos borregos a nuestra disposición
para sacrificar.
En esa
casa, mi hermano y yo jamás fuimos tan felices que digamos, la injustica se
encontraba en todos lados, la comida que nos daba mi tía no era suficiente,
trabajábamos duro a pesar de ser unos niños y dormíamos en la cocina sobre unos cueros apolillados, tapándonos con
dos frazadas viejas. Me daba cuenta que no nos merecíamos eso, nuestro padre
estaba a nuestro lado, pero jamás hacia nada para cuidarnos o protegernos.
Soportábamos estar ahí por el simple hecho de que la escuela estaba cerca y
estudiar según mamá nos aria grandes hombres y pronto saldríamos del sufrimiento…
En un
instante volví en sí, ya era tarde, a lo lejos observaba como sol se perdía en
el horizonte alumbrando con sus últimos rallos de luz la cima de las montañas.
Y yo seguía ahí tirado en medio de la nada a punto de quebrarme de la tristeza,
con el solo hecho de pensar en mi familia y en mi madre, que quien sabe si las
volvería a ver.
Antes de
que oscureciera comí una pequeña parte de la comida que me quedaba, debía
durarme al menos unos días, ya que agua no me quedaba.
La noche se
hizo presente junto a la inmensa luna llena, alumbrando en la oscuridad y todo
ese extenso cielo se llenó de estrellas, era una noche perfecta, hace mucho que
no veía al cielo tan iluminado ya que en la ciudad no se distinguía eso a causa
de la luz de los edificios y que poco me importaba.
Me cubrí lo mejor que pude con la campera que tenia
para resguardarme del frio y me dormí pensando en mi infancia.
Me acorde
de aquel día en que me escape de esa casa con tan solo ocho años, cansado ya de
soportar el mal humor y los maltrato de mis tías. Lamentablemente yo era
rebelde y por ello obedecía pocas veces lo que me ordenaban. Tan pequeño no
soportaba ver a mi padre trabajar duro para luego entregarles todo el dinero a
sus hermanas, dejándonos desatendidos a nosotros sus hijos, a un lado como si
no existiéramos, como si no significáramos nada para él. Prefería vivir solo
que regresar a ser tratado como esclavo.
Había
llegado a una pequeña casita abandonada donde me quede por un largo tiempo,
deje de ir a la escuela pues no tenía nada más que mi ropa. La única manera que
encontré para sobrevivir era entrando en los terrenos vecinos y sacando unas
cuantas frutas o verduras para comer. En ocasiones solía meterme en el
gallinero de doña María a sacar un par de huevos o buscaba las ollas viejas y
rotas que la gente tiraba por ahí, canjeándolas por un par de monedas a mi maestro ya que a sabía bien que utilidad darles. Esas
monedas sin duda me servirían para comprar algo.
Un día él
me preguntó por qué no iba a la escuela,
a lo que yo respondí que no tenía tiempo y que volvería el siguiente año, sin
decir nada más me marché.
Así de una u otra manera seguí, jamás supe si me
estarían buscando pues me sentía libre, nadie me molestaba, lo complicado eras
subsistir pero de a poco me acostumbré.
El mes casi llegaba a su final y me preguntaba qué
diría mamá al no verme con mi padre y mi hermano, quizás se enojaría con migo
por haberme ido o con todos por haberme cuidado, la verdad no lo sé.
La extrañaba y es que era tan buena, que enojarme con
ella por haberse marchado sin nosotros era imposible, sus ojos tan claros
transmitían tanta ternura y bondad, era única, era lo que más quería en el
mundo…
Amanecía y volví al presente, por un momento pensé que
todo era una pesadilla, que jamás había emprendido ese viaje, pero no, aun me
encontraba en el mismo lugar, sin poder siquiera levantarme. Otra vez el sol se
asomaba, y otro día más llegaba, quitándome de a poco todas las esperanzas de
sobrevivir.
Cerré mis ojos y grite: ¡Llévame contigo Dios! ¡No
quiero seguir sufriendo más días así!,
mientras las lagrimas caían por mis
mejillas. Llorando de la angustia, mire al cielo tratando de calmare, en
ese momento escuche algo, pensé que venía alguien, me senté deprisa mirando
hacia todos lados, pero no había nada, quizás sería mi imaginación, pero
sinceramente había oído a algo moverse.
De repente en mis espaldas se apoyaron unas pequeñas
patitas y tras eso vino a mi rostro un gran lengüetazo, era el viejo Grone, el
perro que a pesar de los años seguía vivo alado de mamá.
Cuando lo vi mi corazón se emocionó, lo abrace con
todas las fuerzas que tenia, ahora sí, sin duda de algún modo él sería mi
salvación.
Volví a mirar a mí alrededor y note que a lo lejos, mí
querida viejita venia caminando hacia mí lentamente a pasos pequeños. Sin duda
era ella, como no reconocer ese sombrero negro del que jamás se quiso deshacer
y ese reboso rojo típico de ella que siempre llevaba consigo. No lo podía creer
el objetivo de volver a verla se había cumplido, aunque no del modo en que
quería, pero que rayos, eso ya no importaba.
Cuando al fin llegó a mi lado, se arrodillo y al ver
mi tobillo fuera de lugar se echó a llorar, me estrechándome entres sus brazos
diciendo: -No te preocupes hijo mío ahora ya estoy acá para ayudarte. Como
describir el alivio y la felicidad que sentí al oírle decir eso, sin duda, no
ay palabras para ello.
Seque sus
lágrimas con mis manos y tratando de calmarla, decía que todo estaría bien, que
con su ayuda podría salir de ahí y volver a casa.
Ella me miro y con tristeza pregunto ¿cómo? Cierto, ella no podía alzarme ni llevarme a
rastras al puesto, estaba demasiado lejos y la casa habitada más cercana se
encontraba aun más distante. De pronto, recordé que tenía mi celular, no tenía
señal, pero aun tenia batería suficiente.
Por esos campos, como a ocho kilómetros, existía un
solo lugar del cual se podía llamar, lo había descubierto mi hermano, que hace
un par de años también había llegado por estos lados.
Le indique a mi madre con paciencia el sitio al que
tenía que llegar y como debía darse cuenta que había señal, para ella usar un
celular por primera vez era algo complicado, algo nuevo pero lo intento,
indicándole solo dos pasos, practicamos varias veces la manera en la que debía
marcar el numero de mi esposa y sabiendo bien esto partió acompañada de su
perro.
Mientras veía como se alejaba lentamente de mí, pedí
por ella, rogando que no lo pasara nada en el camino y que volviera con buenas
noticias.
Mientras esperaba su regreso, recordé nuevamente
aquellos días miserables, en el que nadie me buscaba, era como si jamás hubiera
existido. Solo pensaba en lo infeliz que me sentía y que vivir no era para mí.
Cada día me sentaba a llorar debajo de ese enorme árbol que crecía al lado de
una pequeña vertiente de agua. No quería seguir así y regresar no estaba en mis
planes, prefería la soledad que volver a sufrir los maltratos por parte de las
hermanas de mi padre.
Cuando dije que no quería vivir más mi madre se acerco
por detrás y abrazándome dijo:- Hijo mío ahora estoy acá para ayudarte. Me
había encontrado, jamás supe como lo logró pero en ese momento me alegraba
verla, volviendo a ser feliz a su lado nuevamente…
Ella, en las dos únicas ocasiones repitió casi las
mismas palabras justo cuando ya me rendía, por esas razones la quería tanto.
Con el
transcurso de un día más, volvió mi salvadora acompañada de mi hermano, mi
esposa y dos hombres. Trayendo consigo
una camilla, era tan satisfactorio notar que mamá había logrado manejar ese
celular.
Legaron a mí y me recostaron, así emprendimos el
camino de regreso a la ciudad, otra vez sentía felicidad y es que volvería a ver a mis hijos.
Mientras me llevaban en andas hasta el camino más
cercano, pensaba en lo afortunado que era en tener aun a mi madre viva, a mi
mujer a mi lado y a mi hermosa familia. Decía entre mi que sin mi madre jamás
hubiera regresado a mi hogar. En eso ella se detuvo diciendo: - Hijo hasta acá
llegue, tengo que volver a mi puesto, te quiero un montón y lo sabes, pero ya
cumplí con mi trabajo de madre te cuidé y te salve, ya nada malo te puede
pasar. No entendí que quiso decir con eso pero tome su mano y dándole un beso
me despedí diciendo- “mamá pronto
volveré”
Ella tomo otro rumbo y se perdió entre los cerros que
tanto adoraba, sabía que si le pedía que viniera con migo, no aceptaría, no
había más opción que dejarla partir.
Con el correr de los mese me recupere y decidí volver,
necesitaba agradecerle y avisarle que ya estaba mejor. Esta vez no regrese
solo, fui con mi hermano, queríamos volver a verla, llegamos a esa casita
pequeña buscándola con emoción, el primero en recibirnos fue “Grone”, no muy
contento se acerco y con unos gemidos nos llevo hacia la casa. La encontramos
pero en vida ya no estaba, la vimos acostada en su catre, tapada con su reboso
con una leve sonrisa en el rostro.
De momento parecía solamente dormida, pero se había
ido. Mis intentos por despertarla eran inútiles su corazón ya no latía. No
podía hacer nada más que llorar en su pecho, tenía tantas cosas por contarle
pero la vida no me permitió hacerlo.
Mi hermano con un inmenso dolor me abrazo diciendo, ay
que ser fuertes ella eternamente estará a nuestro lado. Recuerda siempre ese
día en el que la viste llegar cuando ya las esperanzas se te esfumaban,
recuerda ese abrazo, su mirada, sus palabras, ella con su avanzada vejes te
ayudó, no te abandonó y jamás lo hará. Tú y yo sabemos que fue una gran mujer
que se enfrento a todos para sacarnos adelante, sabes que tras las injusticias
que sufrimos ella nos protegió alejándonos de la maldad. Nos cuido mientras
pudo y aunque no quiso alejarse de este lugar tan remoto siempre encontró la
manera de brindarnos lo mejor, hoy somos felices gracias al amor inmenso que
nos dio.
Jamás la olvidaré, la dejamos así como la encontramos
pues sabíamos bien que su voluntad era permanecer ahí en ese lugar pero antes
de marcharnos, dejamos una flor en su pecho, como muestra de nuestro amor por
ella. Fue incondicional una gran madre que nos cuido hasta el final.