lunes, 12 de abril de 2010

1° Premio

Juan Fernando Gutiérrez Núñez

(Camilo) perdió un pelo...



Entre una edad y otra a veces no hay mucha diferencia, como no la hay entre una rosa y una margarita, las dos son flores. Pero las sutilezas son tan marcadas que la brecha que separa a una de otra, se ahonda de tal manera que, se trasforma en un abismo insalvable. Estas sutilezas eran las que diferenciaban a Camilo de su padre.
Los dos eran buenos hombres, de cierta manera devotos a sus creencias, el mismo talle de pantalón, las orejas un tanto grandes y el rostro duro, como tallado en madera con una gubia desafilada. A Camilo le agradaba ver televisión hasta la madrugada, muy de vez en cuando encontraba una película interesante, de las que uno no puede dormirse aunque la halla visto una y otra vez, pero muchas veces pensaba que habría quedado mejor de otra manera. La mayoría de las veces sólo repasaba imagen tras imagen, una sucesión interminable de anuncios, sexo y violencia. En el otro cuarto su padre hacía lo mismo. La situación económica no le había permitido poder independizarse de una convivencia que cada día se volvía menos soportable.
(... y si de verdad los errores, todos, son nada más que pura y absolutamente culpa de los demás?... mhh, no... pero es que son tantos... ah que! Sí! Es toda su culpa... mhh, no... qué montón de estupideces, todos esos aparatitos no le reducen el peso a nadie... más gordos se van a poner... por qué? Porque si tienen para comprar alguno de esos aparatitos también tienen para comprar un montón de porquerías para comer... mhh, si, si se come porquería se engorda... aunque yo como un montón de porquería y no engordo... de igual manera, esos aparatos no sirven... y el otro día? Qué dijo? Ah! Eso dijo – no sos vos... hay gente del pasado que está volviendo... – hija de remil........... bueh, parece que ya apagó la luz el viejo... qué mierda hará despierto hasta esta hora?)
La manía, o vicio, de quedarse a ver televisión le dificultaba poder mantenerse despabilado por la mañana, debía hacer un esfuerzo para no sentarse en el trabajo de portero que su madre le había conseguido gracias a un conocido. Esto, una escuela pequeña y pintada a medias, era lo que lo salvaba de ser tildado de vago. Sólo iba por las mañanas y de ahí la dificultad de ver televisión hasta la madrugada. La mañana era una tortura suave, como esa llovizna de invierno que pareciese no mojar, sin embargo moja si le damos el tiempo suficiente.
Rutina diaria era, luego de levantarse, lavarse el rostro, los dientes, mojarse y peinarse el cabello, desayunar, ponerse un ridículo delantal marrón que él mismo debió pagar con descuentos de su salario, despedirse de sus padres, que le recordaban día a día lo mal que hacía el quedarse hasta tarde todas las noches, y marcharse a la escuela. Fue uno de esos rutinarios día que descubrió, en medio de su ritual matutino, un pelo enredado en el peine. Nunca había advertido eso, tal vez antes ya había ocurrido lo mismo, seguramente, pues un cabello no crece eternamente. Estaba entrelazado en forma transversal con respecto a los dientes, no era largo ya que lo había cortado la semana pasada, un jueves, como todos los meses. Desayunó e hizo oídos sordos a la reprimenda diaria y se marchó.
(... y si ellos también se quedan despiertos hasta tarde, aunque la vieja se duerme temprano... y tiene razón... pobre vieja... qué hincha pelota que es el viejo!... yo que “Caracortada” no me falopeaba tanto y los esperaba escondido, además, para qué mata a la hermana? Tan linda que era... ah, sí, estaba demasiado falopeado... jubilado de mierda, ya no tiene nada que hacer... por eso se queda hasta tarde... el pelo... antes, habrá caído otro?)
Caminando rumbo a la escuela pensaba en lo que había advertido, su padre era calvo, no del todo, la calva era como si su frente se le prolongara mas allá de un límite razonable, los cabellos, que también cortaba mes a mes, rodeaban esa prolongación inusual. Ese pelo, ese maldito pelo, símbolo inconfundible que el abismo no era tal sino una simple brecha que se cruzaba a pié. Se mantuvo más callado que de costumbre todo ese día.
(... y ahí todos se falopeaban, menos la madre... pero que ganas de joder! Si “Caracortada” le estaba dando plata y ésta que se la revolea por la cara... es plata sucia... qué plata no es sucia? La que se gana trabajando... mhh, si... aunque con lo que me pagan... ese pelo... gente del pasado... sólo quería sacarme del paso... por qué no me lo dijo y ya? Qué tanta vuelta?)
Cenó con calma mientras observaba la semidesnuda cabeza de su padre, testimonio lustrado de su futuro posible, antes de irse a ver televisión preguntó a su madre, por supuesto sin la presencia de su padre, cuándo es que había comenzado a quedarse calvo. Ella rió un poco y le respondió que no lo tuvo jamás en cuenta, suponiendo que así fuese, como a los treinta, que no se preocupase pues él era distinto, a lo mejor no se quedaba calvo ya que en la familia de ella no los había. Conforme respondió lo que se le había preguntado y siendo también de pocas palabras se retiro a su habitación. Pero esto no tranquilizó a Camilo, a tal punto estuvo pensativo que no pudo dormir. A la mañana, justo antes de peinarse, vio nuevamente al pelo enredado entre los dientes del peine, burlón y despreocupado.
No supo por qué lo había dejado y sin pensarlo mucho comenzó a peinarse. Para su sorpresa al terminar éste tenía compañía, esta vez eran dos los cabellos en el peine, el de ayer y el de hoy. Estaba confirmado, se quedaría calvo en un año. Tristemente dejó el peine en el gabinete con los dos pelos, cortos y enredados, desayunó sin ganas, salió a su trabajo sin despedirse de sus padres, dejándolos con medio reproche en la boca y el ridículo delantal marrón colgado en su cuarto.
(... y si de verdad pasa... ya son dos los pelos... el viejo se quedó pelado a mi edad, y somos tan parecidos... según los otros, yo no me veo tan parecido... pero ya son dos los pelos, mañana habrá otro y así otro y otro... pelado... cómo me irá a quedar la cabeza sin pelos? Para la mierda... seguro... y así menos me va a querer... ya no me quería... creo que nunca me quiso... dos pelos, primero uno y hoy otro... qué hijo de...!... hereditario... la reputa que lo parió... por qué me pasa esto a mí?)
Los directivos de la escuela eran estrictos, ya que, a falta de todo, habían decidido serlos como para compensar esas faltas. Al ver a Camilo sin su uniforme de trabajo dieron parte a la directora quien lo hizo llamar a su oficina. De alguna manera se sentía desahuciado y esto le daba valor de enfrentar la casi segura reprimenda. La directora, una severa mujer mayor con aire tiránico, habló largamente del (desconocido) prestigio de la institución, de la pulcritud, de la ética laboral, de los baños, los bancos, de la fachada a medio terminar, y otras cosas que no venían al caso. Seguramente eran temas sumamente importantes para esa mujer, pero a Camilo todo le era secundario, se estaba a punto de quedar calvo. Le hubiera encantado decirle sus verdades a aquella dama alterada pero solo le salió “ese ridículo delantal marrón no me lo pongo más... adiós”, y así como dijo esto, con calma, se marchó.
(... y si me despiden... ah que! Seguro... delantal de mierda... toda es su culpa, yo puse de mi parte... puse todo... por qué lo arruinó? Es que nunca me quiso... si... y ahora pelado qué voy a hacer? Ah! Cualquier cosa... como el “hombre invisible”, qué pedazo de imbésil!... tenía para hacer de todo y se volvió loco... claro, si las retinas también eran invisibles... cómo reflejaban la luz? Se quedó ciego y loco... como el “hombre invisible” no entonces... como un pelado más... le saltaban los ojos a la jefa, me quería matar cuando le contesté... pelado señora, me quedo pelado... qué me va a entender... el uniforme, el uniforme... si yo lo vi al otro portero sin delantal varias veces... a ese no le dicen nada, y seguro le pagan más... la puta que lo parió... pero se lo dije, como le dije a ella... pero no me entienden, nunca me entienden... hablo y hablo y sólo me salen estupideces... por qué no las volteo a puteadas?)
Un sentimiento de libertad comenzó a llenarle el alma, sus pasos antes arrastrados ahora eran extrañamente más ágiles, una cosa era segura, se quedaría calvo pero no agacharía más la cabeza para que se le notara más. Envalentonado por su hazaña, un atrevimiento sin par, se fue a tomar una copa a un bar camino a casa. Entro y acercándose al mostrador pidió una gaseosa, nunca había bebido una gota de alcohol pues según sus padres esto era malo para su salud. Meditó por unos segundos y decidió cambiar el pedido, mejor tomaría un vaso de vino. ¿Qué mal le podría hacer un vaso de vino si él se estaba quedando calvo... se quedaría ciego acaso? ¿Se volvería loco? Mhh, tal vez, la cuestión era que no había hecho nada y se quedaba sin cabello. Lo bebió sin apuro y vio que era agradable por lo que no dudó en pedir otro. Terminado el último trago pagó y se marchó; caminaba medio somnoliento pues nunca había bebido y dos vasos de vino eran más que suficiente para un neófito en estas cuestiones, pensó que era mejor sentarse un momento y ver la gente pasar. Ese poco de alcohol pareció hacerle ver el mundo un tanto distinto, todos iban y venían apresuradamente, no se notaban los unos a los otros, de cierta forma eran una masa indiferente a sí misma, tal cual los individuos que la componían que desconocían lo que realmente eran, personas.
(... y si me quería... no... ya me importa poco... no, me sigue importando... todas esas veces que le dije que la quería... que la amaba, ya se fueron con esos pelos de mierda, la escuela también se fue... por qué? A quién le importa? Si todos caminan sin mirarse... no se notan para nada... y ahí están! Uno al lado del otro... y no se ven! Hola señor! Hola señora!... Niño! Niña!... cómo le va! Ey! Cómo le va! Está usted bien?... hola............ y nadie que te da bola... como el “hombre invisible” ciego y loco... quién está ciego y loco? Es “Caracortada”! falopeado hasta el mango... mató a su hermana... jeje... hija de puta, yo también la hubiese matado... cómo será estar falopeado?)
Llegó como al anochecer, como para la cena, sabía que la directora era una alcahueta y se imaginaba los gritos de su madre. Poco faltó un exorcismo por la terrible falta, y mientras todo era un monólogo de gritos, el padre comía sin siquiera apartar la vista del plato ni un instante. Para Camilo fue como una revelación esa imagen (¡¿?!) Sólo eso podría ser, la pasividad era la causa de la calvicie. Jamás había visto a su padre discutir, no ya con su madre, sino con nadie, jamás dejó de cortarse el cabello, jamás había tomado un vaso de vino en su presencia, jamás de los jamases. Un eterno levantarse, lavarse la cara, los dientes, peinarse el cabello, día tras día, un pelo hoy, otro mañana, otro pasado... y a ese ritmo, rutina de los dioses, la continua repetición hasta el fin para lograr la tan ansiada perfección, una calvicie perfecta.
Dédalo
(... y si dejo a los demás la perfección... ser un loco perfecto, un ciego perfecto, un falopero perfecto... un enamorado perfecto... tan mezclados, tan entrelazados... será entonces la imperfección, ni loco, ni ciego, ni falopero... ni pelado, aunque lo sea, jeje... qué brille entonces el sol en esta cabeza! Qué la cubra una gorra! Qué sobresalga entre los de melena abundante, el signo de la diferencia!... y alguna vez de nuevo enamorado... dejara la vida de sorprendernos? Mhh, no creo...)
Camilo suspendió los jamases de su vida, hasta cierto punto como todo; por un tiempo pensó que la pasividad de su padre era la causa, pero no. La pasividad no tenía nada que ver, sólo era una de las consecuencias del estarse sin sueños, sin esperanzas, con el corazón vacío, por supuesto hay una solución... sí, esa. Desde entonces su cabello creció libremente, su frente no se prolongó demasiado, ahora sólo le molesta un poco que, de vez en cuando, algún pelo se quede enredado en el peine.