Marcelo Alejandro Gareca, pseudónimo: Marcos Ferrera
Sobre la decisión de Aquiles
Imaginé… una obra platónica, hereditaria, trasmitida de padre a hijo, en la que cada nuevo individuo agregara un capítulo o corrigiera con piadoso cuidado la página de los mayores.
Jorge Luis Borges
Los fragmentos que recopilamos y presentamos a continuación fueron hallados dispersos por el mundo en diversas épocas. El original se ha perdido pero la historia de Aquiles fue reconstruida gracias a citas de diversos eruditos o a copias conservadas en piedra. Sólo dos pedazos, el primero y el último, son de la mano del autor cuyo nombre desconocemos. Algunos investigadores sospechan que no se trata de uno, sino de varios escritores inspirados en la misma musa. También existe una teoría que sostiene que el autor sería un ser inmortal escribiendo un fragmento en una época distinta y repartiéndolos por los cuatro extremos del planeta en sus innumerables viajes.
Nosotros, humildes recopiladores, les presentamos estos fragmentos incompletos que a duras penas hemos buscado y seleccionado para que conozcan lo que Homero no cuenta. Sepan perdonar la mala traducción y el escaso conocimiento de los hechos que quizás algún día podamos completar a satisfacción de ustedes y nuestra.
Fragmento 1 (encontrado en Mileto, en el año 600 a. de C.)
Sobre la decisión de Aquiles, el hijo de Peleo y de la diosa Tetis, cuéntame Señora Guardiana del Conociomiento…
Fragmento 2 (encontrado en Esparta, durante las Guerras Médicas en 480 a. de C.)
…En el reino de Fita, subía por unas escaleras que el tiempo ha borrado hacia la santa colina, un guerrero cuyo nombre nadie ha olvida. Imparable como un león ansioso por cazar y devorar la carne de su presa, así Aquiles se dirigía a buscar las armas que, después de haber sido forjadas por el artesano Hefesto, se guardaban en el templo de Diosa de la Guerra. El muchacho soñaba con luchar junto a sus hermanos griegos, enfrentarse contra feroces enemigos, y regresar a casa con unos bien merecidos trofeos. Hasta quizás le levantarían un monumento similar al de su glorioso padre Peleo…
Fragmento 4 (encontrado en Alejandría, por un joven rey macedonio, en siglo IV a. de C.)
Su camino fue detenido por la aparición de su divina madre que le interpuso estas palabras:
– ¿A dónde vas, muchacho ingenuo? Sólo sueñas con aventuras sin detenerte a pensar en que tus actos pueden tener terribles consecuencias. Antes de partir hacia la lejana Ilión, escucha atentamente mi profecía y mi advertencia: “Si te marchas a combatir a la lejana Ilión, tu nombre será sinónimo de gloria y tus hazañas se repetirán por siempre. Pero el precio de todo eso será una muerte prematura: jamás volverás a la casa paterna y nunca tendrás la dicha de formar tu propia familia, tener hermosos hijos y morir tranquilamente de viejo en una cómoda cama del reino de Fita. Grandes son tus deseos de conquistar fama y fortuna, pero piensa en tu padre, ya estaba viejo y enfermo. Mucho lamentaría la partida de su único hijo y sufriría eternamente tu muerte.”
Este vaticinio sembró la duda en el corazón del héroe. A una seductora presa debía renunciar el león griego para salvar su vida.
Fragmento 3 (encontrado en China, quizás transportada por alguno de los compañeros de Marco Polo en el siglo XIV de nuestra Era)
…de aquella TROYA, tan distante y casi-invencible, debía olvidarse, de sus inmensos muros de granito habían sido construidos por los sempiternos Poseidón y Apolo. Ellos los habían dotado a la ciudad de una resistencia y una belleza nunca vuelta a ver sobre la tierra. Sin embargo, para su ruina, para que un héroe pudiera destruirla, en la construcción también participó un esclavo, un humilde mortal cuyo nombre ningún humano recuerda. Justamente, ese pequeño hecho contaminaba toda la estructura y brindaba el único punto débil a la fortaleza…
Ah… pero no se me ha pedido hablar de esta majestuosa ciudad…
Fragmento 4 (encontrado en España por un soldado viejo y manco, en el siglo XVI)
Aquiles desvió el rumbo del templo de la belicosa Atenea al lúgubre castillo paterno.
…al acercarse a la morada de Peleo, contempló la magnífica estatua que conmemoraba las innumerables conquistas del guerrero que ahora había sido derrotado por la edad. Aquellos bellos rastros del rostro y aquellos fuertes brazos eran solo recuerdos conservados por la piedra.
–Caro hijo mío, las fuerzas me están abandonando. –se lamentó Peleo– Mi juventud, que fue corta y bella, es tan lejana. He perdido todos los dones que me prestaron los dioses. Tu madre, siempre hermosa e inmune a la crueldad del tiempo, se ha olvidado de mí. Así me lo advirtieron los sabios: el precio por amar a una diosa es perderla en la vejez. Sólo los sirvientes se acuerdan del viejo Peleo. De vez en cuando, las chicas nobles me miran con ternura y compasión, y las mujeres ambiciosas me acompañan por interés. Ese colosal monumento frente a mi puerta que muy fuerte se ve, también será consumido por el tiempo. Dentro de algunos años, la lluvia y el viento todo lo derrumbarán y, al igual que al viejo Peleo, nadie lo recordará, como tampoco los sueños, ni las conquistas, ni siquiera los errores de este hombre que buscó la inmortalidad. Ese es el precio, dijeron los sabios, de tener una esposa divina y un hijo comparable con los dioses del cielo.
Luego, caminó hacia su hijo, lo abrazó y contemplando el horizonte, le aconsejó:
– Si tu deseo es ir a Troya, te doy mi bendición pero recuerda: por todo lo grande y hermoso hay un precio equivalente a pagar.
Al oír estas palabras, Aquiles marchó al templo de la diosa Atenea, recogió sus armas y, como el águila que quiere conquista su libertad en los cielos, partió con viento favorable a encontrarse con sus compañeros: el ingenioso Ulises, el valiente Diómedes, el fuerte Ayax, el noble Menelao, el poderoso Agamenón y otros muchos guerreros que “ni con mil bocas y mil lenguas podría terminar de nombrar…”
Fragmento 5 (encontrado por un bibliotecario ciego en Buenos Aires, Argentina, 1960)
Su nombre ya era leyenda cuando se enfrentó a un enemigo muy distinto a los anteriores: era pequeño pero ágil, no muy fuerte pero extremadamente inteligente. Luchó muy bien y aún así no fue rival para la afilada lanza del feroz Aquiles, que atravesó el corazón del troyano.
Al caer en el suelo ese cuerpo moribundo, se despego el casco que protegía una cabeza femenina. En ese momento, Aquiles pudo ver el rostro más bello de Asia. Había matado a una reina amazona que luchaba del lado de los troyanos.
Se llamaba Pentesilea y tenía los ojos con tanto brillo que hubiera iluminado el solitario corazón del guerrero griego. Cuando esos ojos rápido se oscurecieron, entonces Aquiles recordó la profecía de su madre y el precio del que le había hablado su padre.
Fragmento 6 (encontrado en Salta, en 2000 d. de C.)
Aquiles de Peleo yace muerto…